CUENTO: BAMBÚ LA JIRAFA

Bambú, La jirafa
En un claro de la selva, en una brillante mañana y rodeada de palmeras, nació Bambú la jirafa. Tan pronto su cuerpo toco el suelo, su madre, moviéndola con amor, le susurró al oído:
 _Levántate Bambú.  Las jirafas no podemos estar sentadas. Somos tan grandes y pesadas que si nos sentamos,  difícilmente podremos volver a estar paradas.
Y así fue como Bambú estiro su largo cuello, enderezó sus patas, y por primera vez quedo parada.
Entonces, las cotorras del vecindario empezaron a gritar:
_!Rua¡ ¡Rua¡  ¡Ha nacido una jirafa¡, ha nacido una jirafa¡
Pronto, todos los animales se dispusieron a visitarla. Las primeras en llegar fueron las viejas jirafas.
_Que cuello tan hermoso, que patas tan elevadas
_comentaban orgullosas mientras mascaban. Hacía mucho tiempo no tenían un bebe en su manada.
Vinieron Pisotón el Hipopótamo, Dentoncito el conejo, Chapuzón el cocodrilo, y por supuesto, también las hienas.
Ellas con voz burlona, no pudieron dejar de opinar:
_Vaya, vaya, con la afortunada; acaba de nacer y ya es más alta que cualquiera de nuestra camada.
_!Ju¡ ¡Ju¡ !Ju¡ ¡Ju¡ ¡Ju¡ _rieron al mismo tiempo y arrancaron a correr apresuradas.
Bambú las miro sin comprender lo que sus palabras trataban de decir.
Y así, Bambú fue creciendo, correteando y  brincando entre las otras jirafas.
Cierto día, mama Zoila llamo a Bambú para decirle algo que sabía le iba a interesar.
_Vamos a ir al colegio _le dijo_. Allí conocerás a otros chicos con quien podrás jugar y aprender cosas nuevas.
Necesitas amigos de tu edad.
Bambú abrió los ojos emocionada. ¡Podría jugar con otros chicos de su edad¡
Esa noche estaba tan feliz que casi no pudo dormir, y apenas el sol asomo entre las montañas, ya Bambú estaba bañada y perfumada esperando que su mama despertara.
Pronto llegaron al colegio. La profesora búho al verlas venir, se acercó para saludarlas y hablar con doña Zoila.
Con mucha ternura abrazo a Bambú, y le dijo:
_Bienvenida al colegio, pequeña. Ven para presentarte a tus nuevos amigos.
Bambú, muy sorprendida y con los ojos muy abiertos, la miraba fijamente y pensaba para sus adentros: “? Que le habrá pasado a la señora búho para ser tan mayor y haberse quedado de  ese tamaño?”.
Pero su sorpresa no había terminado. Todos sus compañeros eran mucho más bajos que ella. El conejo, el cocodrilo, la ardilla, la rana, y  hasta el hipopótamo, tuvieron que levantarla cabeza y los ojos para poder saludarla. Y ella a su vez, tuvo que doblar el cuello hacia abajo para poder alcanzarlos. Hubo risitas y comentarios que a Bambú  no la hicieron sentir bien.
A la hora del recreo todos corrieron a jugar.
-¡Juguemos al escondite¡ -propuso chapuzón el cocodrilo.
-Yo cuento y ustedes se esconden –dijo Pisotón-: 1, 2, 3,4… -y todos fueron a esconderse.
Bambú por supuesto, también trato de esconderse en diferentes sitios, pero nada ocultaba.
-¡Por Bambú! –grito Pisotón al descubrir su cabeza detrás de una alta rama.
Bambú decidió contar siempre, para evitar que tan fácilmente la encontraran.
Aburrida de hacer lo mismo decidió jugar a las carreras.
Descubrió que podía correr más que los otros. Pero su lomo le dolía mucho al agachar el cuello para poder ser más veloz.
Triste se retiró del juego y empezó  sentirse muy mal.
¡Por que tenía que ser tan largo su cuello? ¿Por qué todo se le complicaba?
Ese día, cuando mama vino a recogerla a, la noto cabizbaja y desanimada.
 -¿Que pasa Bambú? ¿Por qué estás tan callada?
-Nada mama –respondió Bambú-. Solo estoy cansada.
Esa noche casi no durmió tratando de encontrar una solución para que el cuello no se le notara. Decidió que al día siguiente, tan pronto llegara al colegio, mantendría el cuello inclinado aunque le doliera.
Y al día siguiente así lo hizo, y así estuvo toda la mañana. Cuando salieron al recreo, pensó que como el cuello hoy no se le veía tan alto, podría jugar nuevamente a las carreras. Bambú iba emocionado corriendo.
Pero como en esa posición no veía bien: ¡cataplum!, se estrelló contra el árbol, y se hizo un gran chichón en la cabeza.
Pronto, vino mama a recogerla para llevarla a casa. Allí junto a un pantano, Doña Garza, montada sobre su cuello, le colocaba compresas de barro con alguitas machacadas.
-Dentro de poco no tendrás nada, pequeña. Mañana habrá desaparecido la hinchazón.
Bambú con una triste mirada, de repente, le pidió a Doña Garza que le pusiera compresas también en el cuello.
-¿Para qué quieres compresas en el cuello? –pregunto Doña Garza extrañada. Pero bambú no le contesto.
Al día siguiente, se miró en la laguna y vio que su chichón había desaparecido. Pero en su cuello no había pasado nada.
Confundida. Fue a hablar con mama.
-Mami, mi chichón ya no está.
-Qué bueno, Bambú. Sabía que las compresas de Doña Garza no fallan cuando de golpes se trata.
Bambú mirándola fijamente, volvió a preguntar:
-Mama, si el señor rinoceronte se pone compresas en el cuerno que tiene en la nariz, ¿se le desaparece?
-No, Bambú –respondió mama Zoila,  sonriendo por las ocurrencias de su pequeña.
-Las formas que tenemos no las podemos hacer desaparecer con compresas. Si así fuera, podríamos quitarnos la cabeza,  nuestras patas.
Bambú se sentía muy triste. Hubiera querido ser como el elefante, que aunque gordo y pesado podía jugar a las carreras, o mejor como morisquetas la mico, que era flaca y muy ágil.
Caminando desganada, fue a alistarse para ir de nuevo al colegio.
A la hora del recreo, todos sus compañeritos participaban en juegos diferentes, menos Bambú, que los observaba desde lejos.
En ese momento, él Bebe mico se escapó de la guardería.
Sin que nadie se diera cuenta, se trepo al palo más alto y se sentó en la rama más delgada.
Entonces el viento comenzó a mover la rama, que se mecía peligrosamente, y nadie podía llegar a ella, pues era tan frágil que al menor peso que se agregara, se quebraría. Todos corrían de un lado para otro tratando de encontrar una solución para salvar al pequeño.
Despertaron a negrito el murciélago, que aprovechando el descanso dormía colgado de una rama. Sus amigos le pidieron que volara hacia lo alto de la rama, para calmar al pequeño hasta que alguien lo rescatara.
De pronto, Pelusa la ardilla, dijo:
-Bambú es la solución. Tal vez si estira su largo cuello, alcance lo alto de esa rama.
Corrieron a buscarla, pero ella, tímida, se negaba. Se sentía tan poca cosa que no creía poder ayudar.
Entre todos la animaron, y Bambú aun asustada, llego hasta el árbol, estiro su cuello lo más que alcanzaba, y con mucha suavidad agarro con la boca al miquito por el pañal, y lentamente lo bajo hasta el piso, en medio de todos los animales que la miraban.
En este momento estallo una algarabía. Todos gritaron emocionados:
-¡Viva Bambú¡ ¡Ha salvado al pequeñito¡ ¡Viva nuestra amiguita la jirafa¡
Bambú no podía creer  lo que oía. Todos la abrazaban por las paticas, por el estómago, por el cuello, por donde alcanzaban, y ella emocionada sonreía.
La buena noticia se rego por la selva. Bambú había salvado a un bebe. Esa misma tarde, sus amiguitos del colegio fueron a visitarla. Le habían trenzado una hermosa corona de flores y bejuquitos, para que la luciera en su cuello. Bambú, muy feliz, los miraba. Se sentía y se veía hermosa.   Estaba orgullosa de ser una jirafa. Y de ahí en adelante también comprendió que debía compartir sus preocupaciones y felicidades cn su mama.
                          e





4 comentarios:

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  2. que bonito este cuento es uno de los mejores cuentos que pueda haber en el mundo y es el mejor en la galaxia y también en la tierra ..

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